INDICE GENERAL DE LA OBRA

miércoles, 12 de noviembre de 2008

9. ¿Qué hacían éstos Ermitaños?


Estos ermitaños profesaban la regla de San Pablo, llamado el primer ermitaño. Este nació el año 234 y huyó al desierto de Egipto el año 250-7 para vivir en la soledad su entrega a Dios. Por este motivo se le llamaba Pablo de Tebas. Este retiro al desierto, especialmente en Egipto, fue muy frecuente en el siglo tercero, ya que era el ideal de vida religiosa que se proponía en esta época. San Antonio, San Pacomio, Casiano fueron los primeros adalides de esta forma de religiosidad.
En el año 347 los dos grandes maestros de la vida eremítica, se encuentran para darse un fuerte abrazo, Pablo de Tebas tiene 113 años y San Antonio 96. Este último morirá a los 105 años, el día 17 de enero del 356.


Casiano afirma que este tipo de espiritualidad era tan admirado que queríamos penetrar hasta el lejano desierto de la Tebaida para visitar el mayor número posible de santos, cuya gloria había expandido la fama por todo el universo, apremiados por el deseo, si no podíamos imitarlos, de aprender a lo menos a conocerlos.


El proyecto vital es muy común en todos ellos. Su rasgo fundamental el silencio, vivido en el desierto y lejos del tumulto de la ciudad y de las gentes. Su tiempo lo dedican al trabajo, al sacrificio, a la oración y al ayuno.


El ermitaño tiene que ser sufrido, contentarse con poco, ser austero en el comer y en el vestir.
Se esfuerzan de una manera especial en conseguir las virtudes de la benevolencia, de la compasión, de la humildad, y de la paciencia.


Quizá el rasgo más fundamental de su vida sean las duras penitencias y los ayunos para vencer los malos pensamientos y las duras tentaciones del demonio y de la carne.
Nuestros ermitaños aceptaron este sistema de vida adaptado a su momento histórico. Viven en soled y cada uno come de lo que tiene y de su trabajo. Incluso por los pobres utensilios de cocina existentes en el inventario, parece ser que cada uno se preparaba su comida. En muchos de los legajos manejados, dos de ellos guardaban cerdos. Otros dos tienen unas colmenas. Tienen unos actos comunes de lectura evangélica, de oración y de asistencia a la Santa Misa y se ayudan en todo como hermanos.


Chircales se trasforma, dentro de la humildad de la experiencia, en un lugar de retiro y de oración, donde unos hombres pobres y sencillos, sin gran cultura, se esfuerzan en el camino que lleva a la santidad.


Necesitan la autorización del Obispo para ingresar en el eremitorio y tomar el hábito, que se lo imponía el párroco de Valdepeñas. La razón por la que es necesaria esta autorización es debida a que muchos laicos se vestían la túnica de ermitaño para ir pidiendo de ciudad en ciudad, engañando a las personas ingenuas. Por este motivo los obispos les prohíben pedir limosnas y les exhortan a que vivan de su trabajo o de los bienes que tengan. Esta misma experiencia la realiza el ermitaño Juan de la Cruz, retirado a la ermita de San Cristóbal, ubicada a medio cuarto de legua de Bailén, siguiendo la regla de la orden tercera de San Francisco.


Su vestimenta es una túnica de lino, tipo franciscano, con un capuchón, recogida con un blanco cíngulo.


El encargado de recibirlos en Chircales es el patrono de la obra pía. Éste, atendiendo a las cualidades del interesado y al parecer del grupo, se decide a admitirlo o rechazarlo. El postulante, previa una experiencia de convivencia con los demás hermanos, es autorizado para que pida el hábito, que es impuesto por el Párroco, previa la autorización del Obispo.

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