INDICE GENERAL DE LA OBRA

miércoles, 12 de noviembre de 2008

33. Teología de la Cruz


El pueblo de Valdepeñas centró su devoción en el Santísimo Cristo de Chircales, como la habían hecho los ermitaños a finales del siglo XVI. Ello tiene también su explicación histórica. La cruz, como símbolo del triunfo de Cristo sobre la muerte y signo de redención, estuvo siempre presente en la conciencia cristiana. Para Constantino, su victoria bajo el signo de la cruz, era símbolo de poder y gloria.

En los primeros siglos el crucifijo era una simple cruz sin Cristo.

A partir del siglo X comienza a nacer una fuerte devoción a la figura de Jesús bajo los atributos de su pasión redentora.

En la cruz, hasta ahora desnuda y de madera, empieza a configurarse la figura de Jesús, crucificado en la cruz.

La cruz es la estrella que ilumina y el talismán que acompaña al hombre en el peregrinar. Los cruzados llevan la cruz, los artistas diseñan cruces pequeñas portadas en el pecho de los devotos, las grandes cruces o las tallas de los crucificados ocupan los frontispicios de los templos.

En el pórtico gótico de la catedral de Reims aparece por primera vez el calvario. Frente al Cristo presentado como juez, a partir del siglo XIII aparece un Cristo crucificado, humilde y sufriente.

Los pintores, en un gran alarde de imaginación y de arte van a plasmar en sus lienzos, los Cristos crucificados. Ya no los diseñan en la soledad de su muerte. Ahora están acompañados, de María y de Juan, de unas piadosas mujeres, que lo acompañan en su agonía. Agonía que es serena, dulce, sin estertores, Con una gran dignidad.

La pasión y muerte del Señor son el centro de toda la vida del pueblo andaluz.

La teología medieval trasformo la cruz en signo ornamental. La cruz, sin Cristo, es un aditamento de gloria y de triunfo, la llevan los cruzados en su lucha, las damas en sus pechos, y corona las torres de nuestras iglesias y catedrales.

A finales del siglo catorce comienza a aparecer la representación de la pasión del Señor en el teatro religioso.

Nace una devoción a la pasión de Jesús. Surge el fenómeno de las cofradías de flagelantes, que quieren identificarse con el Cristo sufriente.

En el museo de Amberes se conserva el Calvario del maestro Hendrik van Rijn (1363) en el que aparece un maravilloso Cristo crucificado, acompañado por su madre y San Juan y de rodillas una persona suplicante, que tal vez fuera el mismo pintor, como sucede en la imagen de nuestro Cristo.

Es maravillosa la representación de la pasión de Antonello da Messina (1414‑1479) en la que aparece un Cristo crucificado con una gran dignidad y a su lado, clavados en cruces muy originales los dos ladrones y al pie de la cruz María y Juan.

Como fondo de la escena un paisaje, un castillo y el cielo azul.

En los retablos parroquiales comienzan a colocarse la imagen del Cristo crucificado ( a. 1404).

Esta devoción por la pasión va a tener una incidencia muy fuerte en la espiritualidad de los siglos XVI y XVII por estos motivos.

La misa deja de ser un sacrificio de alabanza dirigido por la Iglesia al Padre, para venir a ser la mera representación del calvario; se mira a la hostia consagrada para no morir en ese día; se la pasea triunfante para asegurar una presencia salutífera. El propio misterio de la trinidad es subsumído bajo un signo de la Redención. Es la época de las Trinidades de la piedad, en donde el Padre sostiene a Cristo desclavado de la cruz, sobre la que planea la paloma.

El arte va a satisfacer esta devoción a la pasión de Cristo: Una producción a buen precio va a multiplicar los crucifijos de todas clases: pequeños retablos portátiles, cuadros de cabecera, crucifijos tallados por los imagineros.

Este amor a la pasión del Señor en esta época hace resurgir la devoción por los viacrucis propuesta por la devoción moderna. Un historiador explica este cambio de esta forma: La religión del final de la edad media apela al cuerpo como a un medio natural de expresión; el cristiano no puede solamente imitar la pasión de Cristo, sino reproducirla; de la misina manera que los flagelantes reproducían la flagelación del Señor, los fieles pretenden caminar como él caminó, caer como él cayó­ de hecho la costumbre consistía en dejarse caer por tierra a lo largo del viacrucis para conmemorar cada caída de Cristo.

Desde hacía tiempo los franciscanos de Jerusalén habían adquirido la costumbre de hacer seguir a los peregrinos el camino que Cristo hizo el día de viernes santo; el camino estaba jalonado de estaciones, en las que se paraba para meditar éste o aquel episodio del día con toda naturalidad, los peregrinos dieron a conocer estas prácticas a su vuelta de tierra santa. Se organizan, devociones sobre estos modelos: devoción a las siete caídas, devoción a las llagas, meditación de las palabras de Cristo en la cruz.

En esta concepción del medievo y del barroco se produce un cambio de perspectiva, que es explicado por el teólogo granadino, J. A. Estrada de esta forma:
Los orígenes históricos de esta sistematización teológica son bien conocidos: se trata de una cristología sistematizada a comienzo del segundo milenio por San Anselmo de Canterbury, que llegó a ser preponderante en gran parte del medievo. Es una cristología centrada en la teoría de la satísfacción: la encarnación significa el aniquilamiento de la divinidad y es el presupuesto necesario para la pasión, que es la que expresa la significación y finalidad de la encarnación. La muerte de Jesús es la que nos salva, y en segundo plano queda su vida y su obra, que sólo tienen un interés secundario comparados con la pasión y muerte. La obra por antonomasia de Jesús es la de su muerte y ésta es la que tiene un valor soteriológico. De ahí que se separe la soteriología de la vida pública.

Esta teología cambia el sentido originario de la cruz. La cruz pierde su sentido trágico y salvífico y se trasforma en signo de triunfo y gloria.

Cristo en la cruz es glorificado, sublimado.

Francisco de Asís nos hace volver, en la simplicidad de sus Cristos, al Cristo sufriente y doloroso.

Francisco de Asís y sus frailes van a dar a toda la edad, media una nueva dimensión a la figura de Cristo: Para Francisco no hay cristianismo sin Cristo, ni Cristo sin cruz. Cristo murió en la cruz, pero toda la vida de Cristo está tejida de cruces: Es el Cristo pobre, siervo, escondido, humillado, servidor, abierto al dolor y compasivo ante la miseria humana. La cruz fue algo permanente en su vida. Siempre prefirió lo que era necio e ignominioso a los ojos del mundo.

Este es el camino que elige Francisco y legión de predicadores franciscanos, que van recorrer el mundo anunciando sus florecillas.

El misterio de la cruz se sitúa en el acontecimiento más importante y fundamental dela vida de Jesús, ya que de la cruz hemos recibido la salvación. Los demás hechos de la vida de Jesús no tienen sentido sin la cruz.

Por este motivo la cruz es centro y arranque de toda la teología y de toda la moral. Se llega incluso a dedicar una fiesta el día 14 de septiembre para celebrar la exaltación de la Cruz, teniendo este día una importancia muy grande para el culto al Santísimo Cristo de Chircales.

No Podemos olvidarnos que los capuchinos de Castillo de Locubín, unas de las ramas más observantes de los franciscanos, estuvieron en contacto casi continuo con Valdepeñas durante más de un Siglo.

Se constata este hecho en la permanencia casi continua de alguno de estos religiosos en el cumplimiento de las misas de colecturía, que con mucha frecuencia están firmadas por ellos. He llegado a identificar mas de cuarenta religiosos distintos en un año.

Es indicativo que llegue a aumentarse la devoción al Cristo de Chircales en este periodo tan frecuentado por los Capuchinos, Franciscanos y Basilios.

Incluso en la actualidad la teología está intentando recobrar el sentido franciscano de la cruz.

Decía Duquoz en su célebre Cristología: Se pone como objetivo precisar el carácter histórico, totalmente singular de la muerte de Cristo, de poner en evidencia, pues, su significado a diversos niveles de comprensión, de establecer un esquema de ligamen entre la muerte y resurrección para reasumir, por último de modo crítico y particular los datos precedentes, las nociones públicas, rituales y mortales utilizadas por la teología. Sólo dentro de este cuadro las realidades sacramentales y litúrgicas adquieren significado para el hombre de nuestros días: En particular el concepto y el término liberación que hoy se ha convertido en un slogan, es criticado a la luz de la estaurologia.

Decía Pablo VI que una Iglesia que camina lejos de la cruz, y va en busca de la apoteosis del triunfo, y olvida el silencio, el testimonio, la cercanía del hombre, el diálogo, ha perdido su camino.

La Iglesia nació de la cruz. La cruz no se entiende sin Cristo ni la Iglesia, si el mismo Cristo y su cruz no están en el centro de esa Iglesia. En la eucaristía se celebra el valor único y nuevo de la cruz.

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