INDICE GENERAL DE LA OBRA

miércoles, 12 de noviembre de 2008

34. El Santuario de Chircales en la Época del Obispo Fray Diego Melo de Portugal


34. EL SANTUARIO DE CHIRCALES EN LA ÉPOCA DEL OBISPO FRAY MELO DE PORTUGAL

Otra gran remodelación de la ermita y aledaños se produce en el año 1804, siendo Obispo de Jaén, Fray Diego Melo del Portugal (1795‑1816), que durante tantos años vivió en Valdepeñas, donde fue muy querido. El Obispo rogó a las ermitas del Valdepeñas que hicieran un préstamo al Santuario de Chircales para terminar de hacer una remodelación completa de él, ya que la ermita no tenía suficiente caudal de dinero para ello.

No se puede descartar que entregara también una cantidad fuerte de su propio peculio, como hizo con la Iglesia de San Sebastián y el cementerio.

En el libro de visita Monseñor estampa esta diligencia: En atención a no haber satisfecho D. Joseph Antonio Arias los tres mil quinientos sesenta y dos reales que contra sí y a favor de las ermitas de San Sebastián, Santa Ana y San Bartolomé desta villa, resultaron en estas cuentas, ya que en las recibidas al mismo caudal del Santuario del Santísimo Cristo de Chircales resultó alcanzado el santuario en mayor cantidad a favor del administrador. Mandó su Ilma. que el alcance que en estas quentas es contra el citado Arias, vea y se entiende contra el caudal del Santuario, quien queda responsable del pago de tres mil quinientos y dos reales y seis maravedís a las expresadas hermitas, respecto a haverse descontado esta cantidad de el alcance que en las quentas de este resultó a favor del administrador, como consta en la providencia que en las anunciadas quentas dictó su Ilma. Y en ella mandó que por mí el infrascrito secretario de cámara se pusiese en este lugar esta diligencia que firmó en Valdepeñas a once de junio de mil ochocientos y quatro años.

D. José Antonio de Arias, que era el administrador de los bienes de la parroquia y de las ermitas, no quedando muy tranquilo al quedarse al descubierto (alcanzado) con el préstamo que había hecho a la ermita de Chircales por orden del Obispo, pidió a éste que hubiera constancia en las cuentas parroquiales, mediante una diligencia, que quedaba responsabilizado el caudal del santuario y su administrador de devolver lo antes posible el dinero prestado.

A los tres días, el Obispo firma un auto, ratificando lo dicho anteriormente.
Éste tenía una predilección especial por Fernando Cabrera y por este clérigo de Valdepeñas. Ambos estuvieron muy cerca del Obispo como vicecancilleres o secretarios hasta el extremo de que le ayudaban a despachar los asuntos de la diócesis desde Valdepeñas. Al primero lo nombró canónigo de la catedral de Jaén y al segundo le dio un curato de la parroquia del Sagrario de Jaén.

Con posterioridad el mismo 0bispo mandó que se restaurara la ermita de San Bartolomé con su dinero, en la que hay la siguiente inscripción: Diego, Obispo de Jaén, levantó esta obra, reinando Carlos, construida con su dinero, 1807.

La obra de cementerio y de la ermita debió costar mucho dinero. Como veremos en su lugar.

No obstante, el santuario no debía estar muy sobrado de dinero, ya que en el año 1818 aún no había pagado parte de la deuda, y debía aún 854 reales y 33 maravedís a Santa Ana y 2.383 reales y 23 maravedís a San Bartolomé, como consta en las cuentas de este año.

Esta demora tal vez se explique porque el santuario hiciera un gasto tan excesivo que le iba a hipotecar para muchos años las rentas de sus bienes.

En esta época, como dijimos anteriormente, el santuario tenía administrador propio. Según nos cuenta D. Francisco Tomás de Porcuna, en el año 1781, el Santuario de Chircales tenía un capital bastante fuerte. El caudal de los bienes los describe de esta forma: A distancia de un cuarto de legua, en la misma jurisdicción ay un zélebre y devoto santuario, donde se venera una efigie en lienzo de Cristo Crucificado, con el título del Santo Cristo de Chircales, a donde concurren continuamente, no sólo los naturales de este pueblo, sino muchas jenttes de pueblos muy distantes, con Misas, Votos, Promesas, recíviendo todos los que a este Señor se encomiendan sus travajos y necesidades, reciviendo todos de su infinita misericordia muchos favores y prodigios. Circunda estte templo una mucha ancha bivienda que sirve de aposentamiento a todas las personas que vienen a ofrecer sus corazones y dones a este divina Ymagen; dándoles a cada familia quarto separado con su llave; ay diferentes oficinas para utilidad y servicio de las jentes; tiene quadras y pajares, para el socorro de alvergue de las bestias, que cada persona trae; tiene dos patios, cada uno con su fuente, tiene una hermosa situación, pues está a el pie de un risco poblado de muchos rosales, cipreses y arboles frutales, y muy sabrosas hortalizas para el gusto y regalo de las personas que concurren a dicho santuario. De este risco nace un caudaloso y perenne arroyo, de agua delgada y christalina, del qual se reparten diversas azequias que fecundan y Jerttilizan un pedazo de valle inmediato, más de quatro mil olibas propias de dicho santtuario con su molino de aceite y otras olibas y posesiones de diversos Señoríos.

En la Valoración hecha por orden del 12 de septiembre de 1817 para establecer la contribución al Estado aparecen pertenecientes al Santuario de Chircales estos bienes:

Un molino de aceite, situado en el Santuario y vale 17.300 reales.

Una casa en el Bahondillo, linda con otras de D. Rafael Ximénez, Presbítero y D. José Gamboa y vale 3.900 reales.

Posee juntamente con la fábrica de la parroquia y las ermitas de Santa Ana y San Bartolomé, seis celemines de tierra de viña de tercera calidad, sitio de las veguillas del Sacristán, linda a levante con otra de D. Juan Montijano, y a poniente con otra de Gallego Vico y vale 162 reales.

Posee diez y ocho cuerdas de tierra de olivos en dicho sitio (Chircales), siete son de segunda calidad, y las demás de tercera, linda a poniente con tierras de Pedro Cortés y a levante con tierras de D. José Ventura Martínez y valen 18.790 reales.

Un huerto contiguo a la ermita, de 4 celemines de tierra de segunda calidad, de riego, linda a levante con tierra de D. José Martínez.

Posee otro huerto en la Encinilla, de 4 celemines de tierra de segunda calidad, de riego, linda a poniente con el callejón del Duende, y a levante con casa de Pedro Escabias Robles y vale 850 reales.

La valoración hecha suma 40.702 reales. Hay que tener en cuenta que no están incluidos los bienes pertenecientes a la capellanía que se agrupó en 1742 con los bienes aportados por el ermitaño Matías de Écija, Matías Ibáñez y Manuel Martos. Al agruparse la capellanía en el mismo testamento consta que se dejaron al Santuario los bienes necesarios para poder mantener el culto. Estos bienes estaban administrados por un administrador, que era distinto del Capellán.

El Molino de aceite en estos momentos se encuentra en ruinas. Aún se puede observar, colgando de una inmensa viga de roble o encina, la columna, en torno a la cual daba vueltas el borrico, haciendo girar la piedra, que molturaba la aceituna. Las tres vigas, de un considerable espesor, se conservan en perfecto estado, como si el tiempo no hubiera pasado por ellas. Una, ante la situación ruinosa del molino, se encuentra a la entrada. El Molino posiblemente fue hecho hacia el año 1780, ya que, cuando se incrementa la puesta de olivos en Valdepeñas es a partir del año 1750, como comentaremos en otro lugar. Es curioso que en las distintas fincas o hazas que se agrupan no haya sembrado ningún olivo.

Estos bienes, de escasa importancia, dice Madoz,, fueron vendidos en 1822. No obstante, estos bienes, al derrumbarse el Gobierno del trienio liberal en 1823, fueron devueltos.

El administrador de estos bienes en este momento D. José Ruiz Molina los arrendó a 14 colonos de Valdepeñas el día 14 de abril de 1824 ante el escribano de Valdepeñas D. José María de Luna.

Este caudal es grande, por el hecho de repartirse entre 14 colonos. El Prior de Valdepeñas hablaba de 4.000 olivos.

Es superior a las seis fanegas de la fundación de Juan Castellano. Hemos visto como se ha ido incrementando con donativos la masa de bienes del santuario. No hay la menor duda de que en este momento el santuario de Chircales ha llegado a su esplendor, como dijimos anteriormente. Muchas personas han dejado sus donativos al crecer la devoción al Santísimo Cristo de Chircales y sus posesiones no han dejado de incrementarse.

Las obras en la ermita y sus aledaños no han cesado casi durante estos dos siglos, como hemos analizado.

La vivienda descrita por el Prior es bastante amplia. Muchas de estas edificaciones fueron usurpadas al santuario, ya que el complejo de viviendas llegaba hasta el molino de aceite, y comprendía el espacio superior, donde se encuentran las cuevas descritas. Los muros del edificio de la ermita y de las dos casas adyacentes a la ermita, se conservan aún intactos. Están construidos con bloques de piedra tosca, como se puede observar desde fuera. Estas obras, que empezaron a finales del siglo XVI, terminaron en la época del Obispo Melo.

En este momento el culto al Santísimo Cristo de Chircales ha llegado a su gran apogeo, siendo sitio y lugar de peregrinación, No sólo los habitantes de Valdepeñas se acercan a él, sino gentes, de los pueblos vecinos, de Martos, Fuensanta, y los Villares vienen con sus caballerías a ver al Santo Cristo. Incluso tengo noticias que tanto en Martos como en los Villares existió una Cofradía del Santísimo Cristo de Chircales. En la ciudad de Martos debió ser muy intensa la devoción al Cristo, ya que de los exvotos que se conservan, hay varios de ellos que pertenecen a familias de Martos, corno ya hemos visto.

Según datos aportados por Serafín Parra, sabemos que el expolio se había realizado ya el año 1841, ya que estos bienes eran de Pedro Miguel Huertas, vecino de Martos, que los hipoteco para quedarse con las alcabalas de los licores y aguardiente de Andujar.

Un año después, el día 28 de junio, el mismo Medel da un poder a su hijo Antonio Medel García para que entienda en el asunto de las alcabalas, junto con su socio Juan Ramírez, vecino de Andujar. Es interesante el dato de que el poder se da en Chircales, donde va el entonces escribano de Valdepeñas D. José María de Luna.

En el año 1846 Pedro Medel Huertas arrienda un olivar y el molino de aceite a José del Moral Marchal.

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